Compartir el camino de la devoción por el oficio de la danza
con otras almas que quieran ponerse siempre frente al abismo
y que tengan como patria el suelo de lo difuso, para darle
sangre y espíritu a esa danza que aún no se ve con los ojos pero que se adivina con el corazón.
Que no vivamos en el cinismo o en la indiferencia
por el cuerpo y la pulsión del otro la aventura de inventar mundos, arcoiris, hojas de árbol, atardeceres color dorado.
Que la danza nos permita ser sus humildes devotos.
Yo tengo un sueño.